martes, 4 de diciembre de 2012

CUATRO DE DICIEMBRE

Aquel día el cielo se nubló
y entre llantos lamentaba la tristeza
una lágrima en el suelo cayó 
y otro ángel más su vuelo prendió


"...Y hoy te levantas y te das cuenta que ya nada es lo que era, que nada es igual, que te encuentras conduciendo en un camino de la vida diferente al que elegiste ayer, diferente al que empezaste, distinto al cuál por el que sonreías por conducir en él... 
...Y hoy te has levantado y estás ahí, ahora mismo, cambiando de carril, ya que sin quererlo, sin desearlo, sin ni siquiera pensarlo ahora tienes que coger otra ruta, que va a ser muy costosa. Vas a tener que empezar de cero, olvidar todo el camino recorrido y tirar para adelante, y lo tienes que hacer por la sencilla razón de que no te puedes quedar tirado en medio del camino, no puedes...
...Y sin quererlo, te has levantado hoy y te han cambiado de destino..."

Vivo en el permanente recuerdo de un ser querido que me dejó para siempre. Tu suerte cambió, la mía también. El llanto permanece presente cada vez que un detalle de mi vida me alude a ti. Hoy ha llegado el día más triste, el mismo que hace dos años atrás te hizo marchar a otro lugar, a otra vida, a ese sitio donde sólo las personas con un corazón como el tuyo acuden para siempre. El Cielo.

La angustia de quererte junto a mí y sentirte, a la vez, tan lejos me ahoga en el pozo más profundo del desánimo. No poder escuchar de tu boca una palabra de cariño, de amor... o simplemente aquel pasodoble que no parabas de entonar, con el que te sentías como un chiquillo y nos demostrabas a todos tu vitalidad. 

Todos los días alzo mi mirada al cielo, y le digo a Dios todas esas palabras que cuando te fuiste no tuve ocasión de hacerlo. Sé que tú me escuchas, sé que tú me atiendes y sé, lo más importante, que tú me guías y me ayudas en mi caminar. 
Cuando estábamos distanciados las llamadas de rigor todas las semanas nunca se volvían una rutina, porque siempre había algo nuevo que tenías que contarme. Me preguntabas por mis estudios, te reías de mí por como había quedado el Atleti, te interesabas por mi vida en general y siempre terminábamos con un te quiero. En esas charlas me decías que me echabas de menos, me enseñabas cosas de la vida, vivencias y consejos que jamás podré olvidar. 

Hoy nada de eso se ha ido. Por las noches hablamos, aunque algunas tú no me puedes escuchar. Te cuento como me va, hay ocasiones en las que te enfadas y me dices que camino debo seguir, pero en otras te sientes muy orgulloso de mí. Desde luego, si te tuviese presente muchas de las cosas no habrían sucedido. Por eso sé que hay días en los que desde allí arriba lloras, al igual que yo lo hago aquí, pero juntos podemos con todo. No te olvido. 

Deseo que allá en las alturas te sientas como en casa. Nos reencontraremos algún día para fundirnos en un gran abrazo y no separarnos jamás. Por ahora, sigamos luchando cada uno en nuestro lugar, en el mismo lugar. 

Ese rinconcito llamado Caleta (Cádiz)

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